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jueves, 8 de agosto de 2013

Deudas Pendientes: Portadas...palabras




Como ya todo el mundo sabe mi terreno base, por llamarlo de alguna manera, es el mundo de la escritura y como tal siempre estoy tecleando-escribiendo.

Hace ya un cierto tiempo prometí que en cuanto estuviese lista la portada de la novela con la que estaba liado antes que mostrarla públicamente Mamba debía verla en primer lugar.

Es por eso, y quizás pecando de un poco de noción del tiempo, que creo que es hora de ponerla junto al 2º capitulo. Por razones de privacidad he decidido ocultar el nombre mientras que por motivos editoriales no puedo poner más.

Si alguno quiere saber cómo comienza la novela puede leer el primer capítulo desde…



Y con esto…hasta mañana ^_^






2

-¡No puedes marchar!-gritaba en el silencio más absoluto de mi habitación-¡No puedes!-.

Era verano en Barcelona, la enorme humedad provocaba una desagradable sensación de sudor  permanente en los cuerpos de sus ciudadanos y de los turistas que, ávidos de nuevas culturas, visitaban la gran ciudad. La ropa se reducía cada vez más mientras que los comercios eran pequeños oasis para transeúntes más ávidos del frescor  de un gratificante aire acondicionado que del simple hecho de comprar. Barcelona estaba repleta de vida de cientos de colores y docenas de culturas.

Por aquel entonces contaba apenas con veintiocho años, unos tranquilos y normales, si es que realmente alguna vez llegué a entender esa palabra, veintiocho años. A pesar de mi edad seguí viviendo en casa de mis padres aunque para ser sinceros, y a pesar de la reiteración de la palabra, aquello era normal. Y lo cierto era que no podía quejarme, la relación con mis padres era estupenda e incluso junto con mi madre solíamos gastarle simpáticas bromas a mi padre sabiendo el áspero carácter que este tenía. Nuestro hogar, aunque para mi gusto llamarlo así resultaba demasiado serio, se encontraba dentro de un gigantesco edificio cercano a la montaña de Collserola y cuyos pasillos resultaban ser auténticos laberintos para aquellos que entraban por primera vez. Contrariamente nuestra casa no era excesivamente grande pero aquello no nos importaba. Hogar dulce hogar aunque este apenas mida un par de metros cuadrados. Mi habitación tampoco resultaba ser demasiado grande aunque a pesar de ello yo estaba encantado, de nunca me habían gustado las cosas grandes, algo  irónico sabiendo que mi altura era de cerca de dos metros. Un amplio armario, una cama con cajones en su parte inferior, un escritorio situado frente a una ventana y un par de estanterías repletas de objetos de todo tipo.

En aquel tiempo, muy distinto al de un presente venidero, las cosas eran distintas, muy distintas. Por aquel entonces, y siendo fiel al claro reflejo de que  cualquier tiempo pasado fue mejor, las cosas iban bien. Desde hacía un tiempo salía con una chica de edad similar a  la mía ¿si le quería? Daba la vida por ella, supongo que como cualquier persona que realmente ama a otra. Su nombre era Rena, su media melena oscura en ocasiones se enredaba con la mía  cuando  las palabras se convertían en silencios de labios pegados. Trabajaba como administrativa en una gestoría de Terrasa, una pequeña localidad situada cerca de Barcelona. Todo era perfecto, no podía quejarme, y si lo hacía, pues la naturaleza humana es de queja constante, era por cosas que realmente carecían de importancia. De nunca había creído en dioses ni misticismos de aquel estilo pero desde luego si existía un dios debía sentirse como yo. Lo tenía todo y sobre todo, y algo que no tardaría en perder: sonreía.

Pero un día todo cambió. Un día aquel estado de bienestar comenzó a derrumbarse o mejor dicho: lo derrumbé por más cruel que pueda parecer. Rena comenzó a sentirse agobiada en su puesto de trabajo, la excesiva carga de responsabilidades le estaba comenzando a afectar la salud. A esto debía añadirle el hecho de que su madre, la cual vivía cerca de ella, le necesitase con mucha asiduidad. Al vivir sola debía añadirle el pago de facturas, el seguro del coche, antiguos compañeros sentimentales que parecían querer regresar. La receta para una olla a presión ya estaban listos, tan solo era cuestión de tiempo que esta explotase. Y cuando lo hizo me impactó de lleno. Un día Rena, agobiada por todo cuanto le rodeaba decidió marchar. No me dijo donde, ni realmente porque. Solo supe que tras finalizar una agotadora jornada de trabajo cogería su coche y marcharía sin saber dónde exactamente. ¿Si aquello me dolió? No hay día que no lo haga.
Nunca supe donde marchó, ni siquiera me dejó despedirme de ella. Solo se que lloré, lloré durante mucho tiempo, incluso algún días mi mirada era un mar incesante de eternas lágrimas. Le llamé cientos de veces al teléfono pero nunca respondió. Se fue, sin más, dejando como único rastro el silencio de la voz. Lo reconozco: no  supe asimilarlo, fue ahí cuando comencé a caer.

Poco a poco fui encerrándome en mi mismo, creando silencio a mí alrededor. Encerrándome en casa, rechazando llamadas de teléfono de gente que, preocupada por mi ausencia en el mundo exterior, trataban de saber que estaba pasando. La mente se bloquea, gritas en silencio hasta tal punto que, incluso sin pronunciar sonido alguno, quemas tu garganta. Te conviertes en un absurdo autómata, en un triste muñeco que se limita a vivir sin más. Te encierras en ti mismo creando una burbuja a la cual es imposible acceder. Tu carácter cambia, dejas de sonreír. Poco a poco  vas perdiendo contacto con el mundo exterior hasta que finalmente lo pierdes del todo. Cruelmente no te importa, te proteges, sin saber realmente de que, con tu burbuja invisible. La muestra más clara de que esta existe es tu silencio, un silencio a su  vez ensordecedor, incluso llega el momento en el que olvidas como suena tu propia voz. Vives, no sientes, respiras pero eres incapaz de distinguir olores. Tu mirada se pierde en el horizonte de edificios que ves a través de tu ventana. Destrozado lo que más querías, y quizás de manera inconsciente, vas destrozándote lentamente, haciendo más y más grande la herida de un silencio que nunca lograrás entender.

Mis padres no tardaron en darse cuenta que algo fallaba. Primero fue la ausencia total de sonrisa en mi rostro, luego llegó el aislamiento social. Poco a poco observaron como mi horario cambiaba: dejé de vivir de día para hacer vida al anochecer, de aquella manera no tendría que tratar con nadie. A todo ello se le sumaba el silencio cada vez más y más prolongado. Afortunadamente el sentido común no desapareció del todo de mi mente, algo de humanidad quedaba y fue gracias a ello con el cual decidí ponerme en manos de especialistas médicos. Los primeros días fueron duros, no había forma de abrirse ante el mundo y mucho menos ante un doctor para contarle tus penas. Afortunadamente caí en buenas manos y si bien no llegué a abrirme completamente si bien es cierto que la coraza o burbuja comenzó a tener ventanas. Mi vida había cambiado de manera drástica y contundente, ya nada volvería a ser como  antes.

Pasado un tiempo llegó la hora de que mis padres se jubilasen. Habían pasado años y años trabajando y al fin era tiempo para disfrutar del resto de sus días de manera tranquila. Las cosas en casa estaban bien a pesar de mi cambio tanto anímico como psicológico. Apenas los veía  eso era cierto pero tanto ellos  como yo nos habíamos acostumbrado a ello. Las noches me reportaban la ausencia de personas, de gente, y aquello era lo más importante para mí. Años atrás mis  padres, y siendo esto algo normal en gente que nace en algún lugar pero que lleva años viviendo lejos de esa tierra, habían decidido comprar una casita en su tierra de origen. Se encontraba en tierras jienenses, en un lugar donde el calor cobra un mayor significado en los días veraniegos. Era una casa grande, de esas que los pueblos muestran con orgullo ante las casas de las ciudades. De paredes blancas y cinco habitaciones repartidas en dos plantas, todo un lujo que mucha gente de ciudad desearía. A los pocos días de jubilarse mis padres se plantearon marchar a pasar el resto de sus días en aquella casa pero ¿Cómo dejar un hijo en unas condiciones como en las que yo me encontraba? No  hacía  vida social alguna, vivía dentro de una burbuja a la que nadie podía acceder. Me limitaba a pasar los días delante de un ordenador asesinando de aquella manera el preciado tiempo que otorga la vida. Pero entonces algo cambió.

La primavera estaba llegando mostrando con sus flores que el invierno estaba llegando a su fin. Era una de esas noches opacas, grises, una de esas noches que todo omitiríamos en nuestra vida. Delante de un absurdo ordenador pasaba las horas hasta que, más bien por accidente que por voluntad, observé como un periódico joven buscaba nuevos empleados. No tardé en fijarme como debía ser algún periódico cuya sede central se encontraba en alguna parte de Italia.

-Reverie, curioso nombre –Pensé.

De siempre me había gustado  el mundo de la narrativa, de las letras en general. Cuando las cosas iban bien devoraba libros de manera inconsciente. Trabajar en un periódico podía ser un cambio para mi vida. ¿Plantearme la idea de ser periodista? Claro que no, mis  estudios se limitaban a un ciclo formativo  en administrativo y aquello estaba claro que no tenía nada que ver con temas de prensa. Por suerte había aprendido que en la vida siempre  llevamos un “no” por delante. Quizás sea una frase pesimista, poco halagüeña pero mirado desde un punto de vista sensato era una frase fuerte, poderosa: era el no tener miedo a nada. Y así fue como, siempre dentro de mi burbuja, decidí mandar un currículo a aquel periódico, el “no” lo llevaba por delante, no tenía nada que perder. Días después recibí una llamada telefónica, nunca olvidaré esa extraña sensación cuando me comunicaron que querían realizarme una entrevista, bueno a mí y a una docena más de personas. Suele suceder y sucede que en las entrevistas de trabajo la gente suele disfrazarse, o al menos desde mi punto de vista. Ropas que tenemos en nuestro armario y que solo usamos para ocasiones especiales que no suelen ser más de dos o tres al cabo de un año. Mi burbuja omitió aquel hecho, no me sentía bien conmigo mismo si iba vestido con zapatos o con unos pantalones más bien ajustados, no aquel no era mi estilo. Estaba cómodo con mis deportivas, mis pantalones anchos y mis camisetas negras. No contaba las muñequeras que desde hacía  años adornaban mis muñecas: ya eran parte de mí, mi propia seña de identidad. Es por eso que la firmeza, que la seguridad de una persona en muchas ocasiones y de manera cruel va ligada a  la vestimenta que llevemos en cada momento. Y si digo cruel es porque incluso dentro de esa seguridad es la misma ropa la que puede marcar o indicar nuestras preferencias en diferentes aspectos de la  vida. Bienaventurados, y que me perdonen por la expresión, sean los invidentes pues ellos jamás harán distinciones por la ropa que alguien lleve.

                Y así, con unos simples tejanos anchos, una camiseta completamente negra, mis deportivas, un pequeño reproductor de mp3 y mis inseparables muñequeras fue como me presenté en la entrevista de trabajo. Todavía recuerdo como unos ciertos nervios removían mi estómago, no podía combatirlos con esa burbuja en la que estaba metido pues estos ya estaban dentro de mí. El hall del edificio donde se encontraba el periódico era más bien pequeño. A un lado se encontraba una pequeña recepción donde una mujer de baja estatura, cuerpo más bien algo entrado en carnes y cabello corto, revisaba visualmente por encima de sus gafas de ratón de biblioteca a todo aquel que entraba. Finalmente en aquel lugar nos reunimos un grupo de personas de todo tipo y de varias edades. Al observar lo bien vestidos, perfumados y rectos que iban todos ellos comprendí que eran los demás candidatos a entra a formar parte del equipo de “Reverie”. De repente un tipo con gafas, trajeado de manera impoluta y que portaba una fina carpeta entre sus manos nos dirigió a una pequeña sala donde nos sentamos. Podía ver el nerviosismo en cada una de las personas que había  en aquella habitación, alguna de ellas movían sus piernas en una especie de baila involuntario, otras repasaban varios folios, mientras otros se sentaban con la espalda tan recta que creía que  acabarían con unos fuertes dolores musculares. Por mi parte decidí permanecer de pie, apoyado en una de las paredes mientras escuchaba música tranquilamente. No tenía nada que perder ¿de qué iba a tener miedo? Absolutamente de nada. Es por eso que, cuando finalmente fue mi turno para realizar la entrevista laboral, fui sin nada de miedo.

                El tipo con gafas me condujo hasta una pequeña sala donde pude ver por primera vez a David el cual hizo un rápido análisis de manera visual. Algo en aquella entrevista fue realmente bien, supongo que debió ser la naturalidad con la que me mostraba. Vivía dentro de mi burbuja y me mostraba transparente pero si alguien intentaba acceder a su interior sin mi consentimiento me sentía vulnerable poniéndome rápidamente a la defensiva. Pero aquello en la entrevista con David no sucedió. Se limitó a realizarme preguntas siempre conservando una cierta distancia pero de una manera cordial.  Cuando la entrevista finalizó David se despidió de mí con un fuerte a la par que firme apretón de manos y una amable sonrisa en su rostro.

                Los días pasaron hasta que finalmente una llamada telefónica me informó de la buena noticia: había obtenido el puesto de trabajo dentro de Reverie. Mis padres se alegraron saltaron de júbilo mientras yo continué dentro de mi burbuja. Cruelmente no sentí nada, y no era que no me hiciera ilusión entrar a trabajar en  aquel periódico ni mucho menos, pero dentro de  la burbuja los sentimientos de alegría no existen y si existen la  mente se torna cruel haciéndote mirar hacia atrás recordándote porque existe, porque se creó  y sobre todo: porque tú estás dentro de ello. Fuese como fuese aquel acontecimiento y la cierta estabilidad emocional en la que me encontraba ayudó a que finalmente mis padres decidiesen marchar a vivir a la casa de  su pueblo de origen. Cruelmente me sentí mal, más solo si cabía pero no me consideraba nadie para decirles que no debía marchar, al fin y al cabo habían pasado su vida trabajando por lo que su descanso estaba más que justificado y merecido. También es cierto que a partir de aquel momento todos los gastos de la  casa, y lógicamente los míos propios, iban a correr de mi cuenta. Era el precio que debía asumir por el hecho de vivir solo. Igualmente mis padres iban a estar llamándome semanalmente viniendo incluso a pasar alguna que otra temporada: al fin y al cabo la casa seguía siendo de ellos.

                Y de repente el silencio, la ausencia de gente a tu alrededor.  Finalmente llegó el día en el que mis padres marcharon no sin dar una de esas charlas paternas que todo padre da a un hijo cuando este se queda solo. ¿Si lloré? Supongo que sí, de haber estado con una vida plena, llena de cosas que te hacían feliz, de escuchar alguna voz en casa que no fuese fruto de algún aparato eléctrico, ahora tu casa es un silencio absoluto. Las cosas cambian y lo peor de todo es que la soledad se apodera de ti. La burbuja no te protege, te ahoga y te oprime dentro de su cruel tranquilidad. La imagen que das de manera externa es de frío, tranquilidad, de inquietante tranquilidad aunque por dentro  cualquier movimiento en tu estado anímico puede resultar demoledor. La frágil línea que separa la estabilidad de la caída hacia un abismo desconocido. El ser humano necesita contacto con el mundo, con la gente, necesita interactuar con su entorno. Si no lo hace es cuando un grano de tristeza cae sobre el suelo de nuestro interior, si no lo quitamos a tiempo corremos el riesgo de que esa tristeza se convierta en una montaña. Por eso, dentro de mi silencio en ocasiones me sentía como un absurdo y herido escalador dentro de mí mismo.

Aquella burbuja me acompañaba cada día al trabajo, todos y cada uno de los días. No era la persona más sociable del mundo pero tampoco me importaba. Pero bien era cierto que dentro de aquella esfera distante tanto Víctor como Sergio, Miriam o David sabían que podían contar conmigo para cualquier cosa. Incluso para tareas para los que desconocía si estaba preparado.

9 comentarios:

  1. Cuando ya esté en e-book ya tienes una persona que lo quiere!!

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  2. ¿Porque será que yo se de uno que ya lo ha leido en e-book? grr...omitamos el "porque lo has escrito tú" :$ eso no vale :$ pero grrrrrrrrrrrrr haberme recordado que te lo pasases grrrr.


    Que por cierto: es agosto, yo se de una que me debe una botella de vodka...no me obligues a ponerme bajo tu ventana a cantarte una serenata al estilo bloobcore para que lo haga (cinta aislante pezonera incluida) muuuuuuuhaahahaha...

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  3. Te recuerdo que me pasaste la portada!!! No el libro!!! Porque tenías que hacer retoques aún en él....

    Yo te regalo la botella de vodka pero te la tendrás que beber tu solito, yo hace ya un tiempo que no bebo, ya se que la foto da ha errores...Pero es que es de hace un tiempo!! Y es en la que salgo más decente. Pero prefiero verte en versión boobcore cantando, solamente si vas como ellas. Cintas en los pezones, tamaño de tetas igual y mini shorts de cuero negro. Ah!! y pelo suelto al viento. Se te refarían en mi barrio!!! Seria genial verlo.

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  4. Anda que como vivamos por la misma zona...jajajajajaja

    Y claro, yo pensaba "como Butcher Babies...pero si en el vídeo que recuerdo salen tapadas..." luego recordé tu vídeo y bueno...:

    -Tamaño tetas: como que no ¬_¬

    -Mini Shorts: vale...pero te aviso que la última vez que me puse algo mini fue impactante (por motivos de "aaaaaaaaaala" por aquí no puedo explicarlo jajajajaja) , ya te contaré si quieres

    -Pelo suelto: rara vez llevo el pelo recogido ^^

    Y pensándolo bien: si en tu barrio se rifarían a un tipo como yo...en mi zona venden pisos baratisimos jajajajaja un cambio de barrio no te vendría mal jajajaja

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  5. Imagínate que somos vecinos y no lo sabemos!!! Que gracía me haría...Pues si tengo suerte y me toca la primitiva me cambio de barrio!! Así podré dormir algo más y vivir sola!!!

    Y lo de los mini shorts...jejeje puede que me imagine alguna cosilla. Y encima que te busco un buen mozo/a . Yo aquí haciendóte de Celestina...Te quejarás!!!

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  6. Te iba a decir a modo de juego para ver si coincidimos en la zona con el clásico "veo veo" pero...me cargué la persiana por lo que hasta que el paleta-obrero como que lo único que veo es la persiana cerrada :$

    Y ahora que pienso ¿es esto lo que dicen "ir al lado oscuro"?

    Y lo de que imagines: imagina mal y cuando salgas de shock o del coma significará que habías acertado :$

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  7. Le puedo decir a mi padre que te la arregle es ventanero...Vamos carpitero de aluminio y haces esas cosillas. Pero ahora dudo que lo haga...Esta de vacas-paro. XD.
    Especifica bien que llevo dos días con migraña y no puedo pensar...

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  8. ¿Que especifique bien?????????? ¿¿¿¿¿¿por aquí?????????? Mamba jóia que ahora el que se ha perdido soy yo jajajajajajajaja si es lo que imagino tengo miedo jajajajaja (es que hay fotos jajajaja) si no...si es lo de tu blog aaaaaaains que eso no corre prisa :$

    Ahora ya me quedo yo pensativo jajajaja

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  9. Ya no se ni de que estamos hablando!!! Entre mi migraña y las pastillas, los mensajes estos tan raros que ya no pillo nada...Ando más perdida!! XD. Borron y mensajes nuevos. ejjeje

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